Archbishop
Mensaje del Arzobispo sobre Semana Santa y Pascua
26/03/2020
Archidiócesis de Tokyo
Arzobispo Kikuchi Isao
2020, marzo, 23
A todos los feligreses de la Archidiócesis católica de Tokyo
Se ha extendido a nivel mundial el peligro de contagio por el Corona virus (COVID 19).. A diario, en las noticias del país y del extranjero, se nos está anunciando continuamente el aumento de personas contagiadas y fallecidas.
Rezamos por la pronta recuperación de las personas contagiadas, que están recibiendo tratamiento. Rezamos por el eterno descanso de las personas fallecidas. También queremos manifestar nuestro agradecimiento por el esfuerzo sobrehumano que está haciendo día y noche todo personal de los cuidados servicios sanitarios en medicina, enfermería e investigación, para encontrar los tratamientos y estrategias apropiadas contra la pandemia. Oramos por la salud de todas estas personas dedicadas al cuidado de las demás.
A medida que crece el contagio a escala mundial, diversos países se ven obligados a una situación de confinamiento, que los convierte en “país con fronteras cerradas”. Precisamente en estos momentos hay que rogar a los lideres políticos que, superando sus diferencias partidistas, contribuyan a la realización de una sociedad mundial de ayuda y confianza mutua. Se espera además que los líderes políticos den preferencia a la protección de toda vida y que hagan viables las estrategias y políticas necesarias para que ninguna persona que quede excluida del cuidado y protección necesarios.
Las personas que vivimos con una fe religiosa, sin perder la confianza en el poder de la oración, deseamos seguir orando, cada cual en el lugar cotidiano en que se encuentra, para que nos vincule la unión en la plegaria común.
Nosotros estamos viviendo este tiempo litúrgico de la Cuaresma al mismo tiempo que tenemos que afrontar el reto duro de un problema que hasta ahora no se nos había presentado. Aunque la causa principal sea la extensión del contagio, es lamentable y nos pesa tener que soportar esta situación sin el apoyo de la participación en la vida sacramental de la iglesia, especialmente sin poder recibir la Eucaristía.
Es cierto que nuestra comunidad eclesial no se va a derrumbar por el hecho de no poder celebrar públicamente la Misa. Somos conscientes de estar mutuamente vinculados por la fe. Esto es algo que quisiéramos tener muy grabado en nuestro corazón y recordarlo especialmente en estos momentos de crisis. De ese modo haremos que brille la luz de Cristo, fuente de vida, en medio de las tinieblas, mediante la solidaridad de nuestra fe, que nos hace estar unidos en la oración con todos los hermanos y hermanas, que formamos juntos un solo cuerpo de Cristo. Como prometió el Señor al enviar a los discípulos, Él nos asegura que estará a nuestro lado hasta el fin de los tiempos (Mt 28, 20).
Este reto nos proporciona la oportunidad de tomar conciencia de nuestra fe en medio de la vida cotidiana. Confrontemos con una nueva mirada de fe este tiempo de dificultad; que nos sirva para aprender de nuevo el sentido de la comunión y la celebración eucarística; que este tiempo de dificultad se convierta en una ocasión para revisar nuestra vida de fe, sobre todo en aquellos aspectos de los que habitualmente no nos damos cuenta.
Nuestra fe no la vivimos en soledad. Estamos entrelazados por el vinculo comunitario de pertenecer al cuerpo de Cristo. Precisamente en este momento necesitamos vivir esa realidad que nos vincula estrechamente como miembros del cuerpo de Cristo. Somos llamados en comunidad y como comunidad a proteger toda vida. No solo a proteger exclusivamente la propia vida, sino a proteger mutuamente nuestras vidas. En tales ocasiones se acentúa la necesidad de preocuparse por los demás y compadecernos mutuamente. Ahora es más necesaria que nunca nuestra preocupación por cuidar de toda vida y rezar por la protección de toda vida; particularmente, tenemos presentes las vidas de personas enfermas que luchan para superar la enfermedad;también las vidas de personas, cuyas vidas afrontan la crisis a causa de su situación vulnerable, económica y socialmente; y las vidas de tantos especialistas que luchan desde sus diversos puestos para vencer la epidemia.
En la diócesis de Tokyo hemos tenido que lanzar un aviso por dos veces consecutivas sobre este problema que nos afecta muy de cerca. El 13 de febrero, al conocer la supresión de las misas públicas en la diócesis de Hong Kong, celebramos una reunión con especialistas médicos de nuestra feligresía. El 24 de febrero, basándonos en el criterio de los especialistas del Ministerio de Sanidad, se publicó en nuestra diócesis por primera vez el anuncio de la supresión de las misas públicas. El 9 de marzo, después de la reunión con el Consejo presbiteral y basándonos en la opinión de los especialistas del Ministerio de Sanidad, se decidió prolongar el período de supresión de las misas públicas.
Según nos informan lo especialistas, son muchas las personas contagiadas por esta epidemia que se recuperan sin mostrar síntomas. Pero se nos avisa que es una característica de esta enfermedad la posibilidad de que esas personas contagiadas, sin manifestar síntomas de su patología, contagien a su vez a otras muchas sin ser conscientes de ello.
Los especialistas del Ministerio de Sanidad señalan, como entornos fáciles para la propagación del contagio, los siguientes lugares detectados hasta ahora como origen de contagios colectivos: 1) los espacios cerrados con poca ventilación, 2) las aglomeraciones densas de muchas personas, 3) la cercanía de contacto físico con otras personas a menos distancia de un brazo (por ejemplo, estrechar las manos) mientras se habla o conversa. Es mayor el peligro cuando estas tres condiciones se dan juntas en el mismo lugar.
Hasta ahora, ante la propagación de otras clases de enfermedades (por ejemplo, influenza), bastaba con recomendar a las personas que mostraban síntomas (fiebre, malestar corporal, etc) que se quedaran en casa; no había problema para que el resto de los fieles se reuniera en la iglesia. Pero en el caso del “Corona virus” nos dicen los especialistas que se puede estar contagiado sin manifestar síntomas y una persona en esas condiciones puede contagiar a otras a su alrededor, especialmente si son personas de edad avanzada que ya padecen otra enfermedad y, por lo tnto, serían menos inmunes ante el presente virus, pudiendo llegar incluso a peligrar su vida.
Por consiguiente, la principal razón para suprimir las misas públicas no es para evitar contagiarnos, sino para evitar la posibilidad de que contagiemos a los demás sin habernos dado cuenta de que ya estábamos nosotros contagiados.
Se acerca ya la Semana Santa. Basándonos en el criterio de los especialistas del Ministerio de Sanidad, hemos dado para la diócesis de Tokyo las normas que en otra carta adjunta enumeramos.
Este año nosotros estamos a punto de celebrar Semana Santa y Pascua de Resurrección de un modo que no habíamos hecho hasta ahora. Demos importancia a cada uno de los días de esta Semana Santa. Leamos en casa las lecturas bíblicas de la liturgia de esos días. Recemos juntos en familia. Pongámonos en manos de la fuerza del Señor Resucitado que venció a la pasión y muerte. Revisemos de nuevo el sentido de nuestra vida de fe. Imploremos la misericordia divina de Dios Padre para que acabe pronto esta situación penosa.
Rezamos la oración compuesta por san Francisco:
“Nos acogemos a tu intercesión Santa María, Madre de Dios. Ponemos nuestro cuerpo, vida y persona en tus manos protectoras. No nos abandones cuando nos refugiamos bajo tu protección en medio de las pruebas. Bendita y gloriosa Santa María, defiéndenos de todo peligro”.